Gadamer. Los prejuicios.

En este apartado de Verdad y método, Gadamer se refiere al círculo hermenéutico y resalta la importancia de dos elementos básicos en el proceso de comprensión: la pre-comprensión y los prejuicios, y explica que un texto puede leerse en la medida en que se cobra conciencia acerca de las ideas previas que se tienen sobre el texto en cuestión y de los propios prejuicios con los que carga el lector, pero que lo importante, empero, será permanecer abierto a que la lectura modifique tales prejuicios y la pre-comprensión que se tenía del mismo. Así, no solo basta con enfocarse en el entendimiento profundo del horizonte del autor, como sugería la hermenéutica tradicional, sino que es necesario adentrarse, sobre todo, en comprender el horizonte del lector, de quien interpreta el texto: conocer las condiciones bajo las cuales lee y analiza. De manera tal que, al leer un texto, es necesario un ejercicio doble: analizar el texto a partir de lo que dice y cobrar la mayor conciencia posible en torno a los prejuicios que condicionan nuestra lectura.

Ahora bien, hay prejuicios que son fácilmente identificables como opiniones, por lo que desprenderse de ellos puede ser relativamente sencillo, de entrada porque podemos reconocerlos. De lo que se trata es de llevar a cabo un ejercicio de lectura que implique una confrontación entre lo que dice el texto y los prejuicios de quien lo lee para, así, alcanzar una primera interpretación y entendimiento de lo que se lee. Pero si nuestros prejuicios son arbitrarios, muy probablemente serán también imperceptibles, por lo que nuestra comprensión del texto se verá limitada; identificar los prejuicios no percibidos será, entonces, tarea fundamental si queremos cuestionarlos y, eventualmente, permanecer susceptibles a su modificación consciente y razonada.

Sabemos que la hermenéutica tradicional plantea partir de la razón para comprender la tradición mediante la defensa del sentido del texto contra cualquier imposición, sea o no convencional, pues parte de una regla fundamental: comprender el todo desde lo individual y lo individual desde el todo, de donde se desprende que el texto debe ser comprendido desde sí mismo. Y que es Heidegger quien incluye a la pre-comprensión (que se nutre, por supuesto, de la tradición) como parte del círculo hermenéutico, con lo que no pretende una única comprensión total y absoluta del texto, sino tantas como intérpretes haya. La tradición, como el intérprete, y como todo proceso que se gesta dentro de una comunidad, está en continuo movimiento, y es perfectamente cuestionable. De igual manera que lo son, o deben serlo, la educación y la ciencia.

Entonces, si la hermenéutica romántica suponía que había que desplazarse al espíritu de la época para comprender un determinado texto, la hermenéutica actual prepondera el presente del intérprete, pues es en tal presente que el lector se está acercando a la obra. Esta visión permite comprender que el sentido de una obra no se agota jamás, pues el proceso de comprensión de la misma es infinito, ya que a las propias se suman las de cada intérprete y las que la distancia suma a los nuevos posibles intérpretes. Sólo la distancia temporal, explica Gadamer, permite distinguir los prejuicios verdaderos, bajo los cuales comprendemos, de los prejuicios falsos.

Y me pregunto, ¿dónde nos coloca ello si estamos tratando de analizar el tiempo presente?, ¿cómo percibir los prejuicios no percibidos?, ¿cómo abrirse a percibir aquello que no sabemos que no percibimos y que, por lo mismo, nos impide observar desde otro lugar? Yo apunto a que siempre hay un detonante, la cuestión es, ¿cómo provocarlo? Pienso, por ejemplo, en cómo el mundo se abre ante nuestros ojos cuando una luz ilumina ciertos aspectos que, hasta ese momento, habían permanecido oscuros a nuestro entendimiento. El engolosinamiento es fantástico, porque va creciendo, y junto con él, montones de preguntas y respuestas que llegan casi de golpe. La cuestión es, ¿de qué manera podemos provocar ese estado? La respuesta lógica, me parece, es: leyendo, reflexionando, cuestionando. Pero, como decía la compañera Eleatriz en su comentario, no es una tarea tan fácil como pudiera parecer en un principio.

Me parecen muy interesantes las preguntas que lanzas Marijo a partir de la lectura de Gadamer. Coincido en esa constante lectura, reflexión y cuestionamiento en toda labor de comprensión. Ahora, ¿cómo percibir los prejuicios no percibidos?, ¿cómo comprender y analizar el tiempo presente? Yo lo pensaría desde la historicidad. Pensando específicamente en este extracto de Verdad y método, Gadamer plantea que el tiempo presente está mediado por las experiencias históricas. Y esto me parece un punto de partida. Reflexionar sobre la tradición es estar consciente del presente y sus intereses, y de este modo, lograr que pasado y presente estén en mediación.

Marijo toca un punto bien interesante: ¿cómo transparentar los prejuicios si no hay distanciamiento histórico? Tal vez habrá que empezar a preguntarnos por qué nos interesa analizar el tiempo presente. En el sentido que señala Gadamer: "los prejuicios de un individuo son, mucho más que sus juicios, la realidad histórica de su ser": ¿por qué el tiempo presente necesita analizarse? Recuerdo que en el encuentro se planteó el cambio que se vive y la ansiedad de testimoniar.
Ahora que también se me ocurre que el distanciamiento puede ser a través de la historicidad de los conceptos: ¿cómo pretendemos usar los conceptos clave de nuestra investigación y cómo han sido utilizados? ¿Qué hay de la tradición en ellos? ¿Cómo se enlazan con otros conceptos? ¿Es esta red de conceptos la que nos permite descubrir los principios dominantes?